domingo, 3 de junio de 2012

Lapis pumex, un poema de Jesús Jiménez Domínguez

LAPIS PVMEX

El Dioscórides,
tratado de farmacopea del siglo I,
confiere a la piedra que flota, la piedra pómez,
cualidades abrasivas útiles para la higiene,
pues resuelve con su calor
todas aquellas cosas
que oscurecen la vista.

Molida en fino polvo,
también el Lapidario de Alfonso el sabio
le concede diversos usos:
devuelve la blancura a los dientes,
raspa la escritura de los pergaminos,
disuelve las cataratas del ojo.

Nada refieren ambas obras
acerca de los recuerdos, esas rocas erosionadas,
esos guijarros que se desprenden del monte
de la memoria y provocan frecuentes aludes
en las hondas regiones del corazón.

Algunos malos recuerdos se van, mansos y silenciosos,
al fondo del alma con el resto de las piedras.
Nunca volvemos a saber de ellos.
Pero otros son como la piedra pómez:
regresan cada noche por una incierta cuestión de higiene,
se restriegan contra ti, te arrancan a tiras la piel
-ese territorio físico de la memoria
donde se acumulan sombras, tatuajes extraños,
caricias ya muertas, el tacto ido de otros días-

Por mucho que quieras hundirlos dentro de ti
vuelven una y otra vez a la superficie,
una y otra vez.

JESÚS JIMÉNEZ DOMÍNGUEZ

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